No entiendo la vida sin el deporte, amo el deporte. Lo quiero, lo necesito, con urgencia a veces, con pasión siempre, no me da miedo, al contrario, me hace sentir absolutamente libre, valiente... me hace ser yo. Y más allá de todos y cada uno de los evidentes beneficios que la práctica de actividad física conlleva, con los años y las experiencias vividas, independientemente de la edad, estoy convencido que DISFRUTAR es casi lo único importante. Al igual que una joven Marion Cotillard en "Un buen año", tras un casto beso susurra al oído de un imberbe Russell Crowe, "mis labios siempre encuentran placer en los lugares más insospechados", todos deberíamos encontrar ese reducto deportivo que nos haga disfrutar sobremanera y abrazarlo fuerte.
Sí, ya sé que la felicidad no está en querer tener aquello que crees necesitar, sino en conservar aquello que crees que no necesitas simplemente porque ya lo tienes, porque ese es el primer paso para perderla: "me di cuenta tarde que te perdí por pensar que te tenía" canta Fito en "Donde todo empieza". El deporte para mí es felicidad absoluta y lo necesito cada día, y cada día lucho por conservarlo aún a sabiendas de que ya lo tengo, no vaya ser que se me caiga de los bolsillos y lo pierda por el camino.
Cuando algo te gusta mucho, el mucho siempre te sabe a poco. Ese es un efecto que el deporte tiene, pones el alma en lo que haces y te dejas llevar; entrenas, trabajas, mejoras... y un día (suertudos seremos si solo es uno) el alma se te cae a los pies por la acción de aquellos que no entienden el deporte de la manera correcta, te decepcionan, no te dan razones del por qué y, si te las dan, no son del todo válidas, se hace muy difícil seguir adelante pero te sobrepones y lo haces. No acierto a entender ese "deporte" con el que algunos dicen disfrutar porque es evidente la falta de respeto y aprecio por el deporte mismo y sus protagonistas: rivales, árbitros, público... Mierda de deportes colectivos donde los jugadores necesitan de los árbitros y estos últimos de los primeros y parecen no entenderlo, donde los jugadores necesitan de los rivales para poder disputar y disfrutar los encuentros, donde los entrenadores han de ser el ejemplo y salvaguarda de sus jugadores, donde primero aceptan las normas para que les dejen jugar y luego las interpretan a su manera rompiéndolas, mintiendo y echándose unas risas sabiendo que lo hacen... ¿qué carajo está pasando cuando, amigos que juegan en equipos distintos se enfrentan y los ganadores ningunean a los perdedores cuando ni los unos ni los otros, en mi opinión, están para ganar o perder sino tan solo para jugar? Quizás el golf sea el mejor juego del mundo...
Se quejaba Carlo Ancelotti el otro día del arbitraje. Empleaba la ironía para ello hablando de la labor del árbitro en estos términos: "ha hecho un buen partido, acertado en todo, de nivel...", diciendo lo que quería decir sin decirlo de verdad porque si "digo lo que pienso me caen muchos partidos". En esta era del Big Data de las narices, donde no paran de recogerse miles y miles de datos que en ocasiones nadie se para a contrastar y mucho menos mostrar, los veteranos de la vieja escuela nos movemos más por sensaciones, y lo que dice el ojo pesa más que lo que dicen una montaña de datos. A mí no me engañan porque de momento veo bien y, al contrario que Ancelotti, no creo que pase nada por decir lo que quiero decir diciéndolo de verdad: es más fácil arbitrar a un equipo senior compuesto de jugadores junior de 16, 17 y 18 años, que a un equipo de gente veterana que levanta la voz si las cosas van mal dadas.
Joe Dumars, formidable escolta de aquellos Detroit Pistons campeones de la NBA en el 88 y el 89, actualmente Vicepresidente Ejecutivo de Operaciones de la NBA, hablaba así sobre el Load Management, el manejo de las cargas de trabajo y el descanso que algunos equipos dan a sus estrellas en partidos de la liga regular: "tenemos que volver a una cultura de respeto y aprecio a todos los partidos. Obviamente, no va a jugar todo el mundo los 82 partidos, pero todo el mundo debería querer jugar los 82 partidos. Y esa es la cultura que estamos intentando recuperar"
"Si me ves así" canta Fito, es que "nada funcionaba y me dejaba llevar, siempre que el demonio me obligaba a rezar, algo que suena y se arrastra, debo llevar colgando la ilusión" pero, "nada acaba, todo vuelve a empezar" y, al final, la vida y el deporte ponen a cada uno en su lugar. Los buenos siempre ganan, no los buenos jugadores/árbitros, sino los buenos de corazón que viven la vida y el deporte haciendo lo correcto, los que son la misma persona antes, durante y después de los partidos. Para esos, habrá siempre un sitio en mi banquillo donde recuperar la ilusión cuando el alma se nos caiga a los pies. Para los otros, traidores de su deporte que han jurado defender, les deseamos una vuelta a esa cultura de respeto y aprecio, prometiendo volver más fuertes la próxima vez porque no van a quitarnos las ganas de disfrutar todos los partidos que nos queden por jugar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario