Liderar se hace desde el corazón, desde el ejemplo, desde la actitud, desde la motivación... Dirigir se hace a través del trabajo, la planificación, la táctica... Y para ello hay que entender la realidad humano-deportista de las personas que gestionamos y las necesidades del juego al que jugamos. Lo explicaba muy bien Xabi Alonso en su presentación con el Bayer Leverkusen; el jugador necesita creer en sí mismo, no dudar de aquello que sabe hacer porque ya lo ha hecho antes, necesita creer en el trabajo del entrenador, necesita ver que mejora con ello, que crece como jugador y como persona, necesita saber para ello el por qué de las cosas, necesita ver que se mueven todos a una hacia el mismo objetivo aunque la aportación de cada uno sea diferente, necesita sentirse útil y ver que su trabajo repercute en el desarrollo del equipo... el talento y la habilidad es patrimonio de unos pocos elegidos y se les admira por ello; pero el corazón, el coraje, la voluntad y la actitud deben ser el santo y seña de todos y cada uno de los componentes del equipo porque a eso todos podemos llegar, se vuelve contagioso y puedo sentirme identificado con ello. No hay mayor talento que el corazón y la voluntad.
Liderar, en palabras de Fito es: "como una señal que a todo responde. Y sin dudar me fui a un lugar, sin saber hacia donde. Y se llenó de mariposas todo el horizonte"
Hace poco vi una película sobre un chef que intentaba, luego de un tiempo alejado de los fogones a causa del stress del trabajo, conseguir la tercera estrella michelín, máximo galardón en el mundo de la cocina. Se estrellaba, valga la redundancia, una y otra vez porque en el momento decisivo asumía erróneamente el papel de Gary Cooper en Solo ante al peligro, olvidándose de que era el equipo que lo rodeaba el responsable de poder estar en disposición de conseguir tan ansiada estrella. Cuando se olvidó únicamente de dirigir y lideró al equipo a la consecución del objetivo como había hecho hasta entonces, cuando fue consciente que no había nada que cambiar sino hacer exactamente lo mismo que les había hecho grandes, ahí lo lograron.
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"Escucha, ojos míos, cuida lo que es tuyo, la base" Así comienza un libro sobre Pete "Pistol" Maravich que estoy leyendo. Así comienza las pretemporadas Gregg Popovich en la NBA con los Spurs de San Antonio, volviendo a la base con el bote, el pase, la técnica individual, preocupándose por conocer el elemento humano que tiene entre manos... forjando unos cimientos sólidos una vez más, sin cometer el error de pensar que ya están consolidados para subir un peldaño más en el rendimiento del equipo. Dice que de nada vale el trabajo táctico si no tenemos las herramientas para poder llevarlo a cabo.
Popovich es un chef que trabaja con materia prima de cercanía y de temporada, es decir, aquí y ahora, sin enmascarar el sabor del producto, haciendo saber a sus jugadores qué se espera de ellos. Vivimos en la era de la inmediatez, lo queremos todo para ya, y en cierto sentido ha de ser así pero no porque tenga que ser ya, sino porque tenemos que vivir en el presente. Las habilidades se adquieren por aprendizaje y eso es precisamente lo que se hace en categorías inferiores, trabajo de base, de cantera, de aprendizaje. En estas categorías los chavales permanecen dos años y, cada vez más, me encuentro con que tienen asumido que su año bueno es el segundo, que el primero es de transición porque los "mayores" son... mejores. Quizá sean más altos y más fuertes, pero no necesariamente más listos o más rápidos y, por supuesto, tampoco mejores. Pero es el discurso que se les da y se lo acaban creyendo y asumiendo, con lo que el primer año en la categoría puede ser de estancamiento y probable desmotivación. "Tarde, quizá para empezar ya sea tarde. Quizá desde el principio fuera tarde, y solo lo supimos después" Fito.
Ojo que estoy hablando de una misma categoría donde la diferencia de edad es de tan solo un año, no de subir una categoría donde la diferencia podría ser de hasta tres.
Con el paso de los años y la madurez que van alcanzando los chavales, ellos mismos son quienes de saber quién debe jugar más y por qué. Y lo aceptan perfectamente por respeto a los demás componentes del equipo. Pero esa misma madurez, también les permite ver muchas otras cosas que no son todo lo correctas ni justas que debieran con el esfuerzo y dedicación que muestran hacia su deporte. Y sí, puede que para entonces ya sea tarde.
El Efecto Pigmalion es un experimento en el que te dicen que los chavales con los que vas a trabajar son muy buenos en la tarea a desarrollar sin saber si en realidad lo son o no. El caso es que te crean unas expectativas altas y acabas tratando a los chavales conforme a lo que te han contado de ellos, por lo que se consiguen unos resultados muy aceptables. Los entrenadores del deporte que sea, no todos por supuesto, hacen esto mismo, creando expectativas al chaval pero sin trabajar lo necesario con él para llegar a ellas. Vamos, que te acaban contando "cuentos tan interminables, cuentos llenos de mentiras. Cuentos que sin darte cuenta, se te acaban enseguida" Fito. Sí, para entonces también será tarde.
Que daño ha hecho Luis Aragonés con aquello del: "ganar, ganar, ganar y volver a ganar" Probablemente se haya sacado de contexto y lo que se pretendía transmitir es que la actitud ha de ser la de no rendirse, pero es un mantra que se utiliza incorrectamente agudizando la urgencia de ganar cuanto antes y a cualquier edad. Es evidente que nadie juega para perder, excepto en la Formula 1 porque hay equipos que no van a poder ganar nunca -además de tirar la temporada a las primeras de cambio porque el coche no sirve y ya estamos "evolucionando" el de la siguiente. 145 millones de presupuesto a la basura- y en la NBA, porque así tengo una mejor opción en el draft de escoger al jugador franquicia que me salve los papeles... la temporada siguiente.
¿Qué me decís de esa otra manera fantástica de aprendizaje del palo y la zanahoria? En mi opinión, lo de funcionar a base de palos no sirve. Menos todavía cuando las cosas no van por donde se esperaba y las zanahorias comienzan a escasear. En ese momento, parece que solo nos queda el recurso del palo a base de gritos, reproches y broncas que muchas veces podrían y deberían evitarse... los chavales dejan de arriesgar, van a lo seguro, se termina la creatividad, pensamos a corto plazo, matamos la motivación intrínseca propia de la actividad, dejamos de crecer y ahí se acaba todo... para entonces ya se nos habrá hecho tarde de co.....
Erase una vez una conversación verídica entre dos chavales amantes de su deporte/juego:
- Oye, ¿qué tal con el nuevo entrenador?
- Bufff! Grita mucho. Mira que a mí me gusta que me corrijan, pero que me estén gritando todo el tiempo lo llevo mal. En la siguiente acción ya voy acojonado.
Hay una frase del Corán que dice así: "sabed que la vida en este mundo no es más que un juego y un pasatiempo" Sea cual sea el juego al que juguemos, tiene que ser lo menos importante de todo aquello que es importante (recordad la realidad humano-deportista de las personas que gestionamos) si queremos que al final arraigue, se haga fuerte, duradero e importante de verdad. No puede ser una obligación alimentada a base de presión, sino una responsabilidad y compromiso aderezados con dosis de intensidad y extras de actitud y concentración. Hay que motivar a los chavales, que ya de por sí lo están, sorprenderlos cuando menos se lo esperen o cuando más lo necesitan con un simple y al mismo tiempo esclarecedor "bien hecho" o un "buen trabajo", alimentando su confianza desde el compromiso afectivo. No queremos zanahorias sino un cariño justo, honesto y merecido, un reconocimiento sincero que eleve su confianza "hasta el infinito y más allá", su buena disposición y sensación de pertenencia al equipo. Por supuesto que hay que hacerse merecedor del reconocimiento, al igual que el entrenador, que está ahí porque hay un equipo al que entrenar y no al contrario, ha de ganarse el respeto y la autoridad.
Es un pecado capital acabar con la ilusión de los chavales por la presión desmedida que podamos transmitirles a pesar de que demuestren estar preparados para ello. La carga mental puede ser altísima incluso para los que la soportan bien. La influencia que un entrenador puede ejercer sobre sus jugadores es enorme. Si es bueno, enseguida encontramos la verdad de las acciones, es esa señal que a todo responde. Si no es tan bueno hay que ser un poco terco, flexible pero terco, y pedir explicaciones desde el respeto, sin miedo a preguntar y hablar de las dudas que nos asalten. Mucho se habla ahora de los problemas de salud mental que emergen del mundo del deporte y las consecuencias asociadas a ellos, pero no se pone el énfasis en la prevención de sus causas, solo se ponen parches cuando el problema ya está ahí... tarde. Me da la impresión que el trabajo de los psicólogos en el deporte tiene su razón de ser en que, como te voy a meter presión para sacar resultados (llámese club, entrenador, entorno, patrocinadores...) vamos a darte unas pautas para lidiar con ello. ¿Y si bajamos el nivel de presión externa un poco? ¿Y si dejamos que el trabajo de los psicólogos se centre en problemas inherentes al deporte en sí mismo? Ayudemos al deportista a lidiar con las lesiones, con las enfermedades, con los períodos de baja forma, con las inseguridades que producen las dudas ante cosas que saben hacer pero no les salen siempre, no les quitemos la beca a las primeras de cambio... Alejandro Valverde se retira con 42 tacos, en una forma física envidiable y con dos años más de contrato. Dice su mujer que físicamente está fenomenal pero que el desgaste mental es enorme, que se come la cabeza cada vez que uno de sus hijos llega enfermo del cole no vaya ser que lo pille también... Alejandro Valverde. No me quiero imaginar a un chaval con la carrera todavía por despuntar.
Si alguna vez me hago entrenador de lo que sea, que no llegará el día porque los experimentos mejor con gaseosa y si es en verano con limón, gritaremos tan solo como los marines americanos: "Hurra!! Siempre Fiel!" Al juego que yo juegue no dejaremos atrás a nadie. Por supuesto que a los chavales hay que darles caña, pero siempre con criterio, sentidiño y con la responsabilidad que queremos para ellos, no la que queremos para nosotros. Debemos pensar que nuestros jugadores son todo lo buenos que son pero no todo lo buenos que pueden llegar a ser si hacemos bien nuestro trabajo, y como tales tenemos que trabajar con ellos. Y si el aprendizaje va lento se para, se explica donde está el error, que no fallo, y se sigue trabajando desde la motivación positiva y con la mesura necesaria. "Y a veces navegar, y a veces naufragar, pero siempre salir a flote. Aprenderás a ser guardián de todo lo que importe" Fito.
Cuando sea entrenador, tan solo habrá una cosa innegociable, la música en los entrenamientos y los desplazamientos. Por descontado Fito será una pieza clave en esa playlist con la que motivar a los chavales e instruirlos en la cultura musical.
Y busqué en el fondo del mar
en las montañas y en el cielo
la manera de hacer realidad mis sueños
Encontré en el corazón
el mapa de los sentimientos
ya lo ves, no estaba tan lejos.
Press Maravich era el padre y entrenador de Pete "Pistol" Maravich. Amaba tanto el baloncesto que odiaba fichar jugadores porque decía que eran ellos los que debían estar deseando pertenecer al equipo sin tener que ir a buscarlos. De hecho, nunca se preocupó de fichar estrellas sino de sacar lo mejor de aquellos jugadores con los que contaba. Todo aquello que hacía bien con los demás, lo hizo rematadamente mal con Pete, al que hundió en la miseria debido a la presión enorme y unas expectativas altísimas, que si bien lo convirtieron en un jugador extraordinario también hicieron de él un persona infeliz. El baloncesto era lo menos importante de las cosas importantes pero solo lo supieron después. A mí, que el deporte me llena y me ha dado mucho, me duele ver como chavales ávidos de aprender, amantes de su deporte y motivados por la actividad, lo dejan hastiados. Volvamos a la base, a lo que realmente importa ¡No puede ser tan difícil!
Olvidémonos por un instante del resultado, centrémonos en el camino a recorrer que es más divertido cuando se hace en compañía y, a pesar de lo exactas que son las matemáticas, pensemos que no hay un número que mida la grandeza, la magia, ni la memoria de las experiencias que acumulamos cada día.
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