martes, 4 de septiembre de 2012

AQUELLOS TROTES DE FIN DE SEMANA


        A mediados de los años 80 se fundó el Club Atletismo Noia. Yo me uní en septiembre del 85 con el inicio de la nueva temporada. Siempre comenzaban unos días antes de dar inicio el curso académico. Empezábamos con pequeños trotes tres días a la semana; lunes, miércoles y viernes. Recuerdo, que como todavía era verano aprovechábamos el buen tiempo para realizarlos en algún paraje natural como las playas de A Guieira (Porto do Son) o el Ancoradoiro (Muros). Alquilábamos un autobús y allí nos íbamos a pasar el día con unos bocatas para reponer fuerzas. Primero era la obligación y luego siempre quedaba un rato, largo casi siempre, para la diversión.

        Con el curso en marcha estas excursiones se trasladaban a los fines de semana y solían tener como destino el Monte Iroite cerca de Casamea. Es difícil imaginarse un lugar mejor para dar rienda suelta a la pasión por correr. Los paisajes incomparables bordeando la ría, caminos de tierra y hierba franqueados a ambos lados por vegetación, caminos que tenías que inventarte, la sensación de libertad, olvidarte del cronómetro y no tener prisa( Iván Raña dice que la mejor salida en bici es aquella en la que no hay prisa por volver a casa... . Razón no le falta), disfrutar cada zancada... . Todo ello hacía que sólo pensaras en una cosa. En "CORRER". Durante ese tiempo era como si todo a mi alrededor estuviera en orden, sin preocupación de ningún tipo para poder centrar toda mi atención en disfrutar de la carrera.


Monte Iroite. Uno de los mejores lugares para entrenar.


        Correr puede llegar a ser muy adictivo y también muy personal. Cada uno corre por motivos muy diferentes a los de la persona que lleva al lado, y seguro que en otros muchos coincidimos. A mí nunca me ha importado salir a correr solo, de hecho circunstancias de la vida han hecho que hacerlo así se volviera costumbre. Una de las razones es que el que mejor conoce a alguien es uno mismo y sabe sus límites y sus capacidades. Por eso si vas solo los ritmos los pones tú, tú pones el recorrido, si quieres machacarte lo haces y si el cuerpo te dice que hoy no puede, puedes hacerle caso...o no. De este modo evitas que otros pongan los límites por ti, que te lleven con el gancho porque al final quieres ir con ellos y no siempre se puede, y evitas también la mala leche que ello genera a veces y malos rollos con la gente. Pese a todo esto, lo mejor de ir a rodar los fines de semana al Iroite era poder compartirlo con los amigos. Recuerdo las series de 10 minutos a un circuito que comenzaba en bajada, y que como no podía ser de otra manera, todo lo que primero se baja se acaba subiendo después. Agónico disfrute. Allí nos juntábamos con la gente de la Puebla. Santi, Lardo, Fernando, Oscar..., que caritas llevábamos.

       Otro de los recuerdos que guardo con cariño tiene que ver también con los fines de semana. El rodaje largo de la semana, al inicio de la temporada, lo hacíamos los sábados por la mañana y solía tener como destino el monte San Lois. Subida y bajada, con un rodeo inicial para calentar por los alrededores de la playa de Testal y así hacerlo mas largo y ameno. Este calentamiento era como las salidas neutralizadas en ciclismo,despacito y sin prisas. Lo bueno empezaba en el desvío donde comienza la ascensión. Para darle más emoción a la subida, que por aquel entonces no estaba asfaltada, hacíamos dos equipos en función del color de la camiseta. Los de claro contra los de oscuro. Se daba el pistoletazo de salida y no se paraba hasta llegar al merendero donde puntuabas en función del orden de llegada. Menudas subidas aquellas. El record, si mal no recuerdo, estaba en torno a los 15 minutos. En aquella época no pensaba en ello porque era lo normal. Hacer esas cosas era normal. Ahora, con el paso del tiempo, me parece impresionante poder llegar a correr de esa manera. Ahora, que está asfaltada y subo en bici alguna que otra vez, ni de broma consigo hacer esos tiempos. Evidentemente, la forma física tampoco es la misma. Todo aquel que conozca la subida podrá echar sus cuentas y valorar. Y si con la subida no nos parecía suficiente, en ocasiones nos animábamos también con la bajada, haciendo el último kilometro del "trote", el que va de la plaza del Campo de Noia, pasando el puente, malecón, subida por el Ferrador y terminando en la Oje, en 3 minutos pelados.

        Personalmente, recuerdo un domingo por la tarde en el que no tenía mucho que hacer y salí a pegar un "trote". Se me ocurrió ir hasta el San Lois y volver. Empecé en el Bar Pino, pues vivía en la Carreiriña, y tiré directo por la carretera de la playa hasta el desvío donde comienza la subida. Era uno de esos días en los que "vas bien sin darte cuenta del ritmo", uno de esos días en los que "tienes la sensación de que no te cansas". El caso es que me planté en el inicio de la subida en 11 minutos, y en las antenas arriba de todo, en 28. En toda la subida no había mirado el cronómetro, y cuando lo hago suelto un taco sorprendido. ¡¡¡¡¡17 minutos!!!!!. Pienso que ya puestos hay que aprovechar el buen día y marcarse una buena bajada. Las piernas acompañan y estoy de vuelta en el punto de inicio en menos de 48 minutos. Record personal. Historias como esta las podrían contar también César, Miguel, Saturno, Toño Hermida, Pancho, Manolo, Chufa, Joselo, Tarela, Maneiro, Sabo...tantos que no puedo nombrarlos a todos.


Playa de A Guieira. Cambiándonos luego de una sesión de dunas.


        Después de todo esto pensaréis que los recuerdos van asociados a días en los que el machaque era...alto. Y razón no os falta porque son días especiales en los que de alguna manera buscas el límite, intentas saber de lo que eres capaz. Y cuando ves que cada vez ese límite está más lejos, eres consciente de que el trabajo y la ilusión que empleas en ello tiene recompensa. Cuando eso sucede, la satisfacción que uno siente es enorme y hace que todo el sacrificio merezca la pena. A veces se necesita bien poco para ser feliz.

        En ocasiones, pocas, también nos escaqueábamos. Solíamos hacerlo los jueves, cuando tocaba rodaje largo suave. Recuerdo que tirábamos hacia Barro y hacíamos una paradita en casa de Chicharo. Menudos partidos de basket que nos echábamos en el bajo de su casa. Entrenamiento invisible que le llaman. Al cabo de una hora volvíamos pensando que Fonte no se enteraba. Que incrédulos podíamos llegar a ser.

        La entrada de hoy es la prueba evidente de que de un deporte individual se pueden guardar muy buenos recuerdos colectivos.

 

2 comentarios:

  1. es verdad hacíamos verdaderas locuras pero ese disfrute no nos lo quita nadie el compañerismo, el buen ambiente que teniamos, con niesteo pequeños piques como es lógico, claro esta yo era de esos que me llevabais siempre del gancho pero disfrutando de la buena compañia siempre

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  2. mejor no se puede esplicar apesar de que yo fiese uno de esos que llevabais por el gancho mis piernas no podian mas pero lo que disfrutamos, el buen ambiente que teniamos,los piques sanos que surgian que buenoa tiwmpos aquellos y que grandes rdcuerdos

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