miércoles, 27 de marzo de 2024

"MAÑANA SALIMOS" POR JEAN BOBET

Jean era el hermano de Louison Bobet, primer ciclista en ganar tres Tours seguidos. También ciclista y licenciado universitario: "vivo en un estado de contrariedad permanente; más exactamente, vivo dividido entre mis dos grandes pasiones, la bicicleta y el instituto, ya que me gusta tanto lo uno como lo otro... pero no me siento satisfecho, porque ni en el instituto ni en las carreras controlo la situación. Está claro que un estudiante agotado hace un ciclista fatigado. De hecho hay un problema. Al corredor le sabe mal que sus padres no hagan ningún caso de sus buenos resultados escolares, mientras que su tutor, desdeña sus buenos resultados deportivos. Entre un mundo y otro hay incomprensión. Es difícil de sobrellevar", Jean acompañó a Louison durante gran parte de su carrera; como ciclista primero, periodista después y hermano y compañero de fatigas siempre. Acabo de terminar su libro "Mañana Salimos". Me encanta el título del libro porque es una frase que acuñamos todos, creo, los que amamos el deporte de las dos ruedas. Tiene una connotación especial que comprenderéis más adelante cuando profundicemos un poco. No me ha encantado pero sí que es de lectura obligada, sobre todo dos o tres capítulos que recogen a la perfección la esencia del deporte del ciclismo, y la comunión que en algunas ocasiones llegamos a alcanzar los deportistas de resistencia con la bicicleta o las zapatillas de correr. Me he visto reflejado en sus palabras de tal manera que tenía que contarlo.

Impresionante la descripción que hace de la París-Roubaix, El Infierno del Norte, clásica por excelencia del pavé debido a sus 50 kilómetros de tramos adoquinados de los cuales, el vencedor final se lleva uno como trofeo para casa: "has escuchado a todos los que te quieren bien: tu director deportivo, tu masajista, tu padre, o bien tu mujer. Todos te han dicho que París-Roubaix es París-Roubaix, sin duda, pero que hay otras cosas en la temporada ciclista además de París-Roubaix, y que... No saben de qué hablan... En el momento en que garabateas tu firma en la hoja de salida te das cuenta de que acabas de obtener tu visado para el infierno. Y entonces dan la salida... De entrada llueve y Louison está "bloqueado". No una, ni dos, hasta en tres ocasiones se te acerca para decirte que está "bloqueado", aquí en el plexo, ¿tú no?. Pero tú no tienes plexo desde hace un buen rato... A la salida de una curva pasas al lado de varias víctimas, que esperan con una rueda o la bici entera en la mano. Fin del adoquinado. Tramo de asfalto. No puedes evitar que te entre la risa. Tu bicicleta vuelve a ser una bicicleta dócil... Y el velódromo. Es verdaderamente absurdo, un velódromo al final del infierno. Es indecente. Pero tú das tu vuelta y media, porque, ¡Dios mío!, estás en Roubaix. Y sobre la bicicleta. Cruzas la línea de meta. Miras hacia el podio y ves a Louison con el ramo de flores. La Virgen, ha ganado. Y eso que estaba bloqueado. En la parte del plexo. Y mientras te dejas ir sin pedalear, te dices que el año que viene..."


Hay un capítulo, "Voluptuosidad" lo llama Jean, en el que describe perfectamente ese estado de perfecta comunión entre tu cuerpo y la bicicleta, ese estado en el que todo confluye y tienes la sensación de volar, que digo sensación, ¡es que vuelas! Es un estado al que solo se llega en ocasiones especiales pero que no las reconoces hasta que estás metido de lleno en ellas, llegan sin avisar y por eso mismo son especiales. Hace como 12 años escribía una entrada en la que hablaba de esto mismo, "aquellos trotes de fin de semana". Jean Bobet lo hace así: "a veces me preguntan: ¿qué tiene de placentero la bicicleta? La pegunta me sorprende, porque creo que la respuesta es evidente... Más allá del placer, he aquí la divina sorpresa, está la voluptuosidad. Con la bici, la voluptuosidad es diferente. Existe, yo la he experimentado. Lo que la hace seductora es que es inesperada, lo que la hace valiosa es su rareza. Es más que una sensación, es un sentimiento, porque consiste en emoción, además de la acción. A riesgo de sorprender a más de uno diré que no hay voluptuosidad sobre la bicicleta durante la competición. En carrera, la amenaza del fracaso o la excitación del éxito generan en el mejor de los casos euforia, que al lado de la voluptuosidad es más bien vulgar.

La voluptuosidad sobre la bicicleta es algo delicado, íntimo y efímero. Llega, te invade, te arrebata y luego se va. Es para ti solo. Es una combinación de velocidad, fuerza y de gracia. Es puro júbilo.

Aquel día (un día claro y fresco de febrero) rodaba solo por una zona de la Costa Azul. A la salida de Lavandou, hacia el macizo de las Maures, la carretera pica hacia arriba. El desnivel es justo el necesario como para que la velocidad no descienda demasiado, justo el necesario para poner la directa, para poner el desarrollo justo, el que se ha impuesto automáticamente. Mis manos agarradas al manillar dirigen la maniobra. Veo mi rueda delantera avanzando por la carretera, el asfalto negro, la gravilla blanca. Siento como la fuerza fluye desde mis riñones hacia mis muslos y hasta mis pedales. Hay una comunión entre la bici y yo, o bien la bici es una prolongación de mi cuerpo, el caso es que la bici y yo somos uno. Mis piernas giran con la misma naturalidad con la que respiro, con la que transpiro, fácilmente. Progreso, avanzo, y voy adelantado con respecto a anteriores ascensiones. Tanto es así que me encuentro de repente con la cima del collado de Gratteloup. Desciendo a toda velocidad, pedaleando. El desnivel es el justo como para mantenerme "enchufado" con el plato grande. Voy bajando, tomando las curvas con soltura. Los castaños desfilan a lado y lado, la velocidad me silba en los oídos. Voy hacia Babaou, y después hacia Collobrières, unos sitios de ensueño. Lo tengo todo: la imagen, el sonido, la imaginación... Y de repente me entra sed y cometo la estupidez de parar a beber... Se acabó, el encanto se ha roto... Pero 30 minutos de voluptuosidad no son poca cosa. La prueba es que, cuando a mi regreso Louison me pregunta cómo me ha ido, le contesto con toda naturalidad: "Volaba"."


Facebook Louison Bobet. Tour de Francia de 1955. De izquierda a derecha: Hassenforder, Louison Bobet, Antonin Rolland y Jean Bobet

Cuenta Jean  Bobet que él y su hermano Louison siempre tuvieron necesidad de bicicleta, todos los días cuando eran corredores y sólo los sábados o domingos cuando ya no, el resto había que trabajar. Una vez más, no puedo dejar de sentirme gratamente reflejado en las palabras acertadísimas de Jean para describir esa necesidad de salir a montar en bici. Es como si me leyera el pensamiento para expresar por mí los sentimientos y emociones que se mantienen vivos con el paso de los años, para ver el vaso medio lleno y pensar en aquello que podemos y no en lo que ya no somos capaces de hacer. 

"De lunes a sábado se trabaja, el domingo se sale en bicicleta. Más concretamente los domingos por la mañana salimos. La motivación varía de una semana a la siguiente. Si le digo a Louison que "mañana salimos", estoy verbalizando una evidencia, es la rutina. Si Louison me pregunta, dubitativo: "¿Mañana salimos?", le argumento para vencer sus dudas. En contraste, si me interpela con un "¡mañana salimos!, sé que vamos a "hacernos daño", como en los entrenamientos de antaño. Hay que relativizar, no obstante: vamos a sacar una media de 26, en vez de 25. La velocidad ya no forma parte de nuestro repertorio. El placer es de otro tipo, menos brutal, más sutil. A veces, por azar, nos llegan algunos efluvios o algunos retazos de la voluptuosidad extinta. Con el viento de espalda la embriaguez es tal que nos creemos que somos los hermanos Bobet. Si el viento sopla de cara lo dejamos correr"

Hace como 10 días salí a rodar a pie por el camino del río con un amigo. Aunque la velocidad ya no forma parte de nuestro repertorio, si relativizamos lo necesario, lo cual tiene que ser bastante, alcanzamos sensaciones que nos llevan a creernos aquellos corredores que éramos en el pasado y, que de alguna manera, todavía somos. La voluptuosidad está ahí todavía para nosotros, en el siguiente recodo del camino, en el siguiente día de trote o de salir a rodar en bici. Todavía somos capaces de volar si nos lo proponemos. 


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