Aviso a navegantes. Todo lo expresado aquí, como siempre, es una opinión particular basada en lo que sé, lo que veo y lo que desafortunadamente me ha tocado vivir. No hay verdades absolutas, y la mía, tampoco lo es.
Hay un dicho en el mundo del deporte: "no buscamos partidos perfectos sino esfuerzos perfectos" Lo suscribo. Enterito. Sabéis que soy de aquellos que consideran que la recompensa está precisamente en eso, en el esfuerzo, y no en el resultado. Eso es lo que premio en mis clases, es el criterio más importante al que se enfrentan mis alumnos si quieren superar la materia. Los chavales lo saben y de sobra me lo regalan... la mayoría. Lo que puede que no sepan es que el regalo no me lo hacen a mí, sino que se lo hacen a ellos mismos porque se enfrentan a la tarea con dignidad, que es la virtud que define a aquellos que sienten respeto por sí mismos y también por los demás. Sin embargo, como todos sabemos, los partidos no siempre son perfectos, de hecho casi nunca, y si pese a ello seguimos en la pelea, esforzándonos, la virtud se convertirá en hábito y ahí habremos ganado por goleada. Recordáis aquellas palabras de Rafa Nadal de una entrada anterior que decían así: "Cuando una persona ha tenido éxito y lo ha tenido de manera continuada es porque tiene la actitud y la ilusión necesarias para ir a trabajar, en mi caso a entrenar, con una predisposición adecuada"
Con el paso de los años y el aumento de la exigencia extrínseca a la tarea en sí, si nos encontramos con alguien que no está concentrado en el trabajo a realizar siempre se le achaca a que tiene una mala actitud, ya nada se dice de la ilusión. ¿Qué pasa con ella? ¿Ha desaparecido? Os aseguro que en los orígenes sí estaba, de hecho, estaba desde mucho antes que la mejor actitud del mundo y con el tiempo han de ir de la mano. No hay un solo chaval que decida dar el salto de solo jugar a entrenar para poder seguir jugando mejor si no tiene ilusión por el juego. La ilusión es lo que lo mueve en ese momento porque nadie lo obliga a dar ese paso. Somos los demás (entrenadores, padres...) los que tenemos que estar ahí para recogerlo, para que no se caiga y continúe en pie dando pasos cada vez más rápidos, más altos, más fuertes, más precisos. Y sí, por el camino se va a hacer mucha pupa, por supuesto, pero tiene que ver los obstáculos como una parte del mismo, simplemente no le pongamos más de los que ya se va a encontrar. Rafa Nadal sigue hablando de ilusión con casi 40 tacos. Es fantástico oírlo hablar así, y dolorosísimo, comprobar la falta de ella en chavales de 14, 15 o 16 años.
"Nunca dejes que nadie te diga que no puedes hacer algo" Por favor, no sigáis leyendo sin antes ver el vídeo donde Will Smith la caga a base de bien despojando de toda ilusión a su hijo que solo sabe que es sábado, que toca baloncesto, que la pelota es redonda y hay que meterla por un aro. Es un renacuajo al que le cuesta botar la pelota, ¿qué queréis que tenga? ¿Actitud?
La ilusión siempre fue antes que la actitud, y cuando con el tiempo vayan de la mano, habrá días en los que todo ese esfuerzo que pongamos en la tarea traerán consigo un partido perfecto. Y entonces, ¡ay amigos! ahí todo cobrará más sentido todavía, y lo formidable, si os paráis un poco a pensarlo, es que no será por el partido en sí sino por todo lo que lo rodea. Hay una película de Kevin Costner, "Entre el amor y el juego", drama romántico con el béisbol como hilo conductor, donde Billy Chapel (Kevin Costner), pitcher de los Detroit Tigers en el ocaso de su carrera, realiza un partido perfecto eliminando a todos los bateadores del equipo contrario que no consiguen llegar a primera base en las 9 entradas. Un esfuerzo perfecto que trae consigo un partido perfecto, y como en todo deporte colectivo que se precie de ello, con la ayuda de sus compañeros por todo aquello que Billy Chapel les había dado en sus 20 años de carrera. Ya no se trataba solo de deporte, era mucho más que eso. Sabedor de que iban a traspasarlo al finalizar la temporada, a mitad de partido, notifica a los dirigentes que lo deja por amor al juego. No entendieron que a un ganador con la ilusión intacta, no se le mide por las victorias sino por las ganas de ganar. Cuando esta primavera se acerque la celebración de Roland Garros y Rafa Nadal esté recuperándose de la lesión que lo tenga parado, que la habrá (este es un tema que no comparto y debería mirárselo porque no se puede entrenar a medias para competir a full, el resultado es previsible) la pregunta que deberíamos hacernos no es sobre la manera en que Rafa afrontará el torneo; con ilusión, actitud y unas ganas terribles de ganar. La pregunta para mí es ¿cómo es posible que después de tantos años mantenga la ilusión intacta? Recordad que a un ganador no se le mide por las victorias y Rafa ya lleva unas cuantas.
Esa frase, la de los esfuerzos perfectos, quizá la pude leer en el libro "Cuando éramos los mejores" o las películas "Hoosiers" o "Coach Carter". Grandes películas con el baloncesto como telón de fondo y el carácter, el compañerismo, la solidaridad, la actitud o la ilusión como protagonistas. Los justificados enfados o el malhumor mostrado por los entrenadores al principio, se van diluyendo a medida que los chavales identifican sus miedos, comprenden la noción de equipo y la búsqueda del esfuerzo común como argumento cohesionador, la dignidad y el respeto con los que han de afrontar los retos, "comportarse como un ganador para ser un ganador". Ni una mala palabra, ni un mal gesto, solo unas normas a seguir que todos son libres de aceptar.
De nuevo os pido por favor que no dejéis de ver el clip de 1 minuto de duración que extraigo del documental de Amazon sobre la Rafa Nadal Academy. Las palabras de Rafa son para enmarcar, si es que se puede hacer eso con las palabras: aprecio, empatía, inteligencia emocional para saber cuando apretar o aflojar, respeto, ilusión. Pinchad en la imagen superior para disfrutar de un discurso inapelable e inspirador sobre el modo de entender el deporte y la manera en que este tiene que ser enseñado. Estaba a punto de escribir la palabra soberbio entre exclamaciones para expresar lo espectacular, lo grande que me parecen sus palabras porque no solo se limita a decirlas, sino que ejerce la responsabilidad que ello conlleva ejemplificándolas con los alumnos de su academia y con todo aquel que se cruce por la calle. Fijaros que tontería, pero no lo he hecho por esa otra acepción de la palabra que es creerse superior, con un trato distante respecto de las demás personas en lugar de la cercanía de la que hace gala. Así que ¡¡¡IMPRESIONANTE!!! lo define mejor. Un monumento habría que hacerle a Rafa. Ah, que ya lo tiene... pues otro.
En el extremo opuesto encontramos una anécdota de Charly Wegelius, exciclista profesional, en su libro "Gregario". En el ciclismo es de sobra sabido que se define como gregario a aquel corredor que está para ayudar a su jefe de filas en todo lo que necesite. Lo acompaña hasta que es el propio líder el que tiene que echar el resto y rematar el trabajo de sus compañeros. Cuando el trabajo está hecho, el gregario se descuelga y termina la etapa ahorrando fuerzas para el día siguiente. Rematado su trabajo en una de las etapas de montaña del Tour del 2007, terreno donde Wegelius era de mucha ayuda para su líder, se descuelga hasta instalarse en uno de los últimos grupos cuyo propósito era simplemente llegar al final de la etapa. Uno de los objetivos del Liquigas de Wegelius en ese Tour era ganar la clasificación por equipos, y cuando el coche de equipo llega a su posición pasa esto: "aunque los ciclistas con los que estaba solo querían llegar a la meta con el mínimo esfuerzo posible, no me quedaba más remedio que aguantar al coche de equipo detrás de mí, mientras Maurizzo asomaba la calva por la ventanilla y me ladraba insultos y hacía sonar el claxon para que siguiera dándole fuerte. Su actitud me parecía humillante más que motivadora, y el peor método de motivación posible para las etapas de montaña. Yo estaba tan enojado que empecé a tirar con fuerza para escaparme de los grupos con los que iba antes del ascenso final del día y llegar solo a meta, no porque quisiera acabar la etapa en mejor posición, sino porque me sentía avergonzado por la situación en sí"
Grrrrrrrrrrrrr!!! Imaginaos al director deportivo rugiendo, desgañitándose a través de la ventanilla. Al entrenador en la banda escupiendo improperios a cada palabra por el enésimo "error" que no se "puede" cometer, palabras que resuenan como truenos en la tormenta en los oídos de los jugadores, fantasmas que ya no los abandonan durante el tiempo restante y coartan la iniciativa y la casi nula libertad creativa. Cuando eso sucede y lo hace con frecuencia, la canción que te gustaría escuchar en ese momento podría llevar por título "Enséñame otra vez". Y si estuviéramos en "Casablanca", en el café de Rick y nos sintiéramos como Ingrid Bergman, le diríamos al pianista, "tócala otra vez, Sam", tócala todas las veces que sean necesarias por favor (sí, ya sé que en la película no lo dicen así exactamente pero queda chulo).
Es muy típico pensar aquello de que lo que es fácil para mí debe serlo también para los demás, o aquello otro de, si yo no soy capaz tú ya ni lo intentes. Los toros se ven muy bien desde la barrera, desde ahí hasta yo puedo ser mejor torero que José Tomás. Saltar al ruedo es otro cantar ¿Dónde quedó aquello que canta Fito de sabes, quisiera darte siempre un poco más de lo que te pido? Y en los momentos oscuros, palmadita en la espalda y ya estoy más seguro. Con eso renovamos la confianza y a trabajar con la cabeza alta hasta que se nos pongan "rojitas las orejas" Si no lo hacemos así corremos el riesgo de que "el horizonte se confunda con un negro telón, y puede ser, como decir que se acabó la función".
Para todos aquellos "deportistas" que necesitan hacerse ver más allá de lo que su juego puede mostrar y sus palabras transmitir. Para aquellos cuyo primer recurso es disparar gritos, maldiciones, cagarse en todo lo que se menea y en lo que no se menea más aún, ahí van unas muy adecuadas palabras de la película "La Intérprete" con Nicole Kidman y Sean Penn: "los disparos alrededor nos impiden oír bien, pero la voz humana es diferente de otros sonidos, puede hacerse oír por encima de ruidos que lo inundan todo, aunque no esté gritando, aunque sea un susurro, hasta el murmullo más leve silenciaría un ejército cuando dice la verdad".
Este fin de semana, el equipo de baloncesto al que se enfrentó el equipo de mi hijo era muy inferior, y a medida que pasaban los minutos perdieron totalmente la ilusión y la motivación. Dejaron de comportarse como ganadores. En ningún momento tuvieron la más mínima opción, cierto. Pero olvidaron que a los ganadores no se les mide por la victoria. No entendieron que la motivación tiene que venir por la pelota naranja que tenían entre las manos la cual es el origen de todo, así como enfrentarse a equipos mejores porque nos van a enseñar perfectamente aquello en lo que fallamos. Cuando todo va bien los errores se diluyen y les prestamos menos atención, pero cuando nos dan una patada en el culo, nuestras carencias quedan al descubierto. Al equipo que se llevó el partido en buena lid, que sepáis que, al igual que la prisa y la precipitación, la "relajasión" en exceso también es mala compañera de viaje. Los equipos rivales son diferentes cada semana pero la pelotita naranja de las narices permanece inalterable y siempre dispuesta para hacer lo que nosotros le pedimos. Hay que quererla, honrarla e intentar hacer todo aquello para lo que nos habíamos preparado.
De nada vale la mejor actitud del mundo si no hay ilusión. En el próximo Roland Garros yo voy con Rafa. Apostar por él es hacerlo a caballo ganador porque se comporta como tal. Al tenis puede que le ganen, a ilusión y amor por el juego... no.
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