lunes, 21 de marzo de 2022

DE LIBROS, SUEÑOS Y RECUERDOS

En la entrada anterior hablamos de un libro para mí muy interesante, y aprovechamos, como no, para adentrarnos en temas de valores, principios, actitudes... que ya sabéis que yo prefiero que sobren y no que falten. Hoy voy a hablar de dos libros a modo de introducción, para acabar haciéndolo de un tercero que leí durante los primeros meses de pandemia, y cuyo recuerdo viene por un artículo leído en la revista Gigantes del Basket 

"El sueño de mi desvelo" es un libro de Antoni Daimiel que, junto al desaparecido Andrés Montes, metían en nuestras vidas de madrugada un baloncesto que venía de más allá de los mares. Dice Marc Gasol en el prólogo del libro que, menos dormir, todo es posible. Dormir es de cobardes se diría después cuando las retransmisiones de estos partidos de la NBA causaban el desvelo de los sueños de miles de personas para alimentar otro tipo de sueños menos terrenales, pues las hazañas que veíamos a través del televisor no estaban a nuestro alcance. Al menos no al de todos, solo al de algunos talentosos jugadores como el propio Marc. Marc Gasol es un yogurín de los grandes, más parecido al primo de zumosol con 2,11 de altura. Digo lo de yogurín, a pesar de los 37 tacos que tiene, comparándolo con un "veterano" como yo, cuyos sueños se desvelaban desde mucho antes con Corbalán, Brabender, Luyk, Llorente, Iturriaga, Romay... Delibasic.

Fuente: Marca

Lo reconozco, soy del Madrid de baloncesto, lo que no me impide admirar a Villacampa, Andrés Jímenez, Epi, Sibilio, Margall, Arcega, Solozábal y tantos otros que nos hicieron disfrutar con el basket. Ah! como odiaba a Nacho Solozábal de lo bueno que era y lo mal que nos lo hacía pasar en los derbis con el Barcelona. Mis sueños, como podéis comprobar, eran más de andar por casa hasta que llegó Ramón Trecet en 1988 con "Cerca de la Estrellas", el primer programa orientado hacia el baloncesto americano, con el que abrió un mundo diferente a nuestros ojos y nuestra mente.

Hay una tienda de basket en Santiago de Compostela. Claro, te preguntarás: ¿solo de basket? Pues sí, solo de baloncesto y funciona de maravilla. Tiro libre, al frente de la cual están Pío y su mujer, unos locos del basket que siempre están apoyando cualquier tipo de iniciativa y fomentando su deporte, más allá y mejor que aquellos cuya función se supone es esa misma. Bien, al principio de la pandemia, tras el confinamiento, nos hicimos con dos libros y un muñeco de Kyrie Irving, por entonces en los Boston Celtics. Antes de tener el muñeco de Kyrie, ya habíamos adquirido el de Larry Bird, mítico 33 de los Celtics. De hecho, para entrar en la meca del basket de nuestra casa, allí donde se desvelan los sueños, has de franquear una puerta tras la cual ya sabes lo que te espera si quieres ver cumplidos tus deseos. Y si no lo sabes, ahora te lo explico. Larry lo tiene claro. 


En el libro "Cuando éramos los Mejores" de Jackie MacMullan, se narra la historia de Bird y Magic Johnson contada por ellos mismos. Dicen los expertos que el impulso definitivo para que la NBA sea hoy la mejor liga de baloncesto viene de la mano de estos dos magníficos jugadores, enemigos acérrimos hasta que el deporte por fin los unió cuando se dieron cuenta que no eran iguales pero tampoco tan diferentes.
Por aquel entonces, finales de los 70 y comienzos de la década de los 80, los Celtics eran considerados un equipo de blancos en una ciudad de blancos. Cuenta Cedric Maxwell, exjugador de los Celtics por aquella época, que "no había un solo negro que nos apoyase, ni siquiera en nuestra propia ciudad" Sin embargo, para Larry Bird, un blanco de Indiana, cuna del baloncesto y centro de actividades del Ku Klux Klan, el color de la piel jamás fue un problema. "Bird no era muy consciente del trasfondo racial. A él no le preocupaba de qué color fueses mientras cortases hacia el sitio correcto, controlases a tu hombre y te lanzases a por los balones divididos. Era un adalid de la igualdad de oportunidades: tanto daba si eras negro o blanco, iba a ir a por ti si no lo dabas todo"


Ese muñeco de Kyrie pasó a ocupar su lugar junto a Bird. Si Kyrie hubiera tenido la fortuna de coincidir en el tiempo con aquellos fantásticos Celtics de los 80, acabaría demostrando toda su valía una noche sí y otra también porque es un jugador tremendo, siempre envuelto en la polémica por decir lo que piensa pero sin pararse a pensar siempre lo que dice. Con Bird en el equipo, acostumbrado a zanjar las polémicas a su manera pero siempre en beneficio del colectivo, siendo un líder de palabra y también con su ejemplo en la pista, se le iban a acabar las tonterías por las cuales se ha perdido muchos partidos en los equipos por los que ha pasado. "Chaval! Si estás con el equipo, quiero actitud, intensidad, concentración... Ya puedes prepararte para bajar el culo, defender la línea de pase y darlo todo porque sino voy a ir a por ti". Con tonterías no me refiero en absoluto a su decisión de no vacunarse, que para eso vive en un país con libertad de elección, lo cual es un privilegio en sí mismo. Por cierto, en estos momentos no puede jugar los partidos de casa con los Nets porque en el estado de Nueva York no se permite jugar a los no vacunados, pero si puede ir a verlos sin ningún tipo de restricción, incluso sin mascarilla y rodearse de 15 o 20.000 aficionados. Aquellos que abogan porque Kyrie se vacune, con este tipo de tontos e incoherentes razonamientos, se están quedando sin argumentos. "Todo está muy claro pero no lo entiendo, ¿quién está ganando y quién está perdiendo?" Con esta cita de Fito aprovecho para asegurar que ni los unos ni los otros, solo pierde el basket. Dicen que hay una guerra en Ucrania, como si Ucrania estuviera tan lejos y no nos tocara de cerca . Todos lo tenemos claro pero nadie lo entiende y en este caso nadie gana, nadie, todos perdemos. Porque Ucrania somos todos y Rusia, excepto unos cuantos interesados y desalmados, también. 

"Quisiera salir de aquí e ir por ahí y decirle a la gente que está pasando. Esto no es una guerra étnica. Sé que me pueden escuchar. No soy un político, soy un hombre sincero que no sabe mentir" Mirza Delibasic. Vivió en primera persona la guerra de la antigua Yugoslavia porque no quiso marcharse de Sarajevo donde se encontraban aquellos que eran lo más importante para él, su familia y amigos.

En diciembre pasado se cumplían 20 años de la muerte de uno de los mejores jugadores de baloncesto de la historia, del cual no tengo demasiados recuerdos pero sí los suficientes como para otorgarle merecidamente ese adjetivo. Recuerdos, que si bien son pocos, se alimentan con los comentarios de otros grandes de la época, compañeros y rivales, despertando el interés por conocer más de un grande del deporte. Mejor, que tiene calidad superior a otra cosa de la misma especie o que sobresale en una cualidad. Mejor es un adjetivo que probablemente Mirza Delibasic no consentiría que se le pusiera porque, si en algo sobresalía de verdad, era en la calidad humana para con los demás. "La humildad no es ser discreto, modesto, sencillo, la humildad no es hacerse de menos, sino pensar menos en uno mismo para pensar más en los demás y ponerse a su servicio para satisfacer sus necesidades que no sus deseos" Imanol Ibarrondo. 


"A un amigo que además había sido uno de los mejores jugadores de la historia del baloncesto europeo. Y lo fue sin darse importancia, solamente con su mirada" Este es un pequeño párrafo del artículo de Piti Hurtado "20 años sin la mirada de Mirza Delibasic" en la revista Gigantes del Basket. Que importante hacer las cosas cuando nadie nos ve simplemente porque es importante para nosotros. Esto mismo lo hablaba con un amigo el otro día, un amigo de los que no se dan importancia pero están cuando la importancia de la ocasión lo requiere. Hacemos lo que hacemos porque nos gusta, porque nos satisface y no necesitamos que otros nos vean para sentirnos motivados o reconocidos. ¿Recuerdas Fernando? Hay una canción de Sidecars en la que colabora Carlos Tarque de Mclan, Dinamita, en la que dicen: "cien maneras de mentir y mil formas de pillarme... ¿cómo habré llegado aquí?" Creo que ya sabes por donde voy... ese compañero que llevas en la muñeca que nunca te engaña, esa bicicleta a la que tienes que dar pedales porque sola no anda, el postureo no va con los de la vieja escuela como nosotros. Oye, perfecta la canción para la guitarra. Ahí lo dejo, ya tienes deberes.

"Y por supuesto, las asistencias no recibidas, los pases no agarrados. Los momentos de falta de entendimiento, de no saber ofrecerse. Mirza imaginaba espacios que no eran bien ocupados. Sin esas pérdidas de balón, sin los errores no habría genios pasadores. Y que no falten nunca" 

Al leer el artículo de Piti Hurtado me vino a la memoria el tercer libro del que quiero hablaros, ese que llegó con el muñeco de Kyrie y una biografía de Ricky Rubio, y que me encantó, "Conversaciones con Mirza" de Juan Antonio Corbalán, genial base del Madrid de mis desvelos. Me encantan los libros que, sin ser autobiográficos del todo, utilizan la propia experiencia y las vivencias personales para adentrar al lector a un mundo en el cual puede sentirse un poco protagonista e identificarse haciendo suyas, o tomando como ejemplo, circunstancias personales del autor. Es evidente el gran recuerdo que Corbalán guarda de Delibasic, una amistad que trasciende el deporte y de la cual echa mano el protagonista del libro para jugar las cartas que la vida le va presentado. No hay manera mejor de recordar a alguien que tenerle siempre presente. 


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